2016(e)ko martxoaren 14(a), astelehena

SPEECH


Las guerras son algo que no tenemos que permitir. Matar no es la solución. Cada día estamos matándonos entre nosotros, entre herman@s.

La guerra no debe ser la solución a ningún problema independientemente de la magnitud de esta, por lo tanto estamos obligados a encontrar entre todos una solución digna, ética y humana.

Aunque parezca que a nosotros esto no nos influía, si que lo hace porque perjudica a la raza humana, una raza en la que todos somos participes y en la que nos tenemos que ayudar, como herman@s que somos.

Cada vez que una gota de sangre es vertida en el campo de guerra, la tierra llora y una lágrima es vertida hacia nosotros y desaparece en el espacio con el llanto de una madre y un padre al darse cuenta de que no volverán a ver la sonrisa de su hij@ que por culpa de alguien fue asesinada en la asquerosa, mugrienta, manipulada y sucia GUERRA.


Históricamente, siempre ha habido diversas rivalidades entre los seres humanos. Desde los hombres de las cavernas hasta nuestra época; conquistas, cruzadas, duelos, envidias, conflictos existenciales y guerras. 
La guerra no es ajena al discurso político, mucho menos en tiempos electorales. Enfrentamientos verbales, grabaciones ilegales, estrategias de comunicación, gabinetes, gestión de las crisis de comunicación, imagen o metidas de pata, la campana electoral no solo está exenta, sino es el clímax de (des) encuentros de mensajes, posturas o propuestas de tres corrientes partidistas. Una guerra normalmente sin muertos.
No encuentro extraño que las plataformas de gobierno se diferencien o coincidan en algunos temas, lo que me parece normal. Más bien creo que ninguno de los tres principales candidatos difieren tanto en sus propuestas. Hasta el momento no creo que exista el candidato que esté dispuesto a sacrificar poder, reconocimiento y gloria por intentar llevar a cambio un cambio profundo en el país. 
Tampoco veo ganas o intención de construir un verdadero gobierno en alianza con los ciudadanos, empresarios, intelectuales, campesinos, obreros, artistas, por más que lo predique quien lo predique. O por lo menos no soy capaz  de encuentrar indicios. Será
Lo que veo cada día es más indiferencia hartazgo, apatía, coraje, frustración o resignación. 
Me doy cuenta cuando me hablan de las cifras de niñas violentadas sexualmente y detectadas en hospitales públicos, con las notas de prensa sobre el caso Cassez, cuando escucho los spots o cuando cada día soy escucha invisible de los insultos verbales de mis vecinos o los atropellos al peatón; la incivilidad con el servicio doméstico, cuando protegen a delincuentes o detienen reformas o procesos. Cuando se viola el Artículo 39 de la Constitución Política.
Por esto, no espero nada diferente de esta campaña electoral que sea distinto o constructivo. 
El discurso del PAN, en particular de este sexenio ha sido violento, caótico. Estalló una guerra sin ningún tipo de plan, por lo menos no del conocimiento público, y con esto me refiero a la guerra contra el narco.
Ha sido altivo, últimamente el Presidente da patadas de ahogado, en su intento de salvar lo insalvable. La confianza y el tejido social se han roto, pero siguen las discusiones inútiles en las cámaras, los chismes políticos y los insultos explícitos o velados entre candidatos, partidos o actores de relevancia política o social.
El discurso del nuevo priismo me huele a viejo y el del PRD me sabe extraño.
El "Pinche Sota" de Josefina Vazquez Mota muestra su pobre interacción
No solo no se conforman con 50,000 muertos, sino abundan en engrosar el discurso de la guerra, que tiene su base en el discurso del miedo, aquel que me hace parecer escéptica del futuro de nuestro país, no por la calidad y capacidad de los mexicanos, sino por la incapacidad de diálogo civilizado por parte de la clase política.
Quizá por eso me abstenga o anule mi voto, porque me parece que votar "por el menos peor"
- See more at: http://desmesura.org/firmas/el-discurso-de-la-guerra#sthash.J0m26tYA.dpuf
Históricamente, siempre ha habido diversas rivalidades entre los seres humanos. Desde los hombres de las cavernas hasta nuestra época; conquistas, cruzadas, duelos, envidias, conflictos existenciales y guerras. 
La guerra no es ajena al discurso político, mucho menos en tiempos electorales. Enfrentamientos verbales, grabaciones ilegales, estrategias de comunicación, gabinetes, gestión de las crisis de comunicación, imagen o metidas de pata, la campana electoral no solo está exenta, sino es el clímax de (des) encuentros de mensajes, posturas o propuestas de tres corrientes partidistas. Una guerra normalmente sin muertos.
No encuentro extraño que las plataformas de gobierno se diferencien o coincidan en algunos temas, lo que me parece normal. Más bien creo que ninguno de los tres principales candidatos difieren tanto en sus propuestas. Hasta el momento no creo que exista el candidato que esté dispuesto a sacrificar poder, reconocimiento y gloria por intentar llevar a cambio un cambio profundo en el país. 
Tampoco veo ganas o intención de construir un verdadero gobierno en alianza con los ciudadanos, empresarios, intelectuales, campesinos, obreros, artistas, por más que lo predique quien lo predique. O por lo menos no soy capaz  de encuentrar indicios. Será
Lo que veo cada día es más indiferencia hartazgo, apatía, coraje, frustración o resignación. 
Me doy cuenta cuando me hablan de las cifras de niñas violentadas sexualmente y detectadas en hospitales públicos, con las notas de prensa sobre el caso Cassez, cuando escucho los spots o cuando cada día soy escucha invisible de los insultos verbales de mis vecinos o los atropellos al peatón; la incivilidad con el servicio doméstico, cuando protegen a delincuentes o detienen reformas o procesos. Cuando se viola el Artículo 39 de la Constitución Política.
Por esto, no espero nada diferente de esta campaña electoral que sea distinto o constructivo. 
El discurso del PAN, en particular de este sexenio ha sido violento, caótico. Estalló una guerra sin ningún tipo de plan, por lo menos no del conocimiento público, y con esto me refiero a la guerra contra el narco.
Ha sido altivo, últimamente el Presidente da patadas de ahogado, en su intento de salvar lo insalvable. La confianza y el tejido social se han roto, pero siguen las discusiones inútiles en las cámaras, los chismes políticos y los insultos explícitos o velados entre candidatos, partidos o actores de relevancia política o social.
El discurso del nuevo priismo me huele a viejo y el del PRD me sabe extraño.
El "Pinche Sota" de Josefina Vazquez Mota muestra su pobre interacción
No solo no se conforman con 50,000 muertos, sino abundan en engrosar el discurso de la guerra, que tiene su base en el discurso del miedo, aquel que me hace parecer escéptica del futuro de nuestro país, no por la calidad y capacidad de los mexicanos, sino por la incapacidad de diálogo civilizado por parte de la clase política.
Quizá por eso me abstenga o anule mi voto, porque me parece que votar "por el menos peor"
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Históricamente, siempre ha habido diversas rivalidades entre los seres humanos. Desde los hombres de las cavernas hasta nuestra época; conquistas, cruzadas, duelos, envidias, conflictos existenciales y guerras. 
La guerra no es ajena al discurso político, mucho menos en tiempos electorales. Enfrentamientos verbales, grabaciones ilegales, estrategias de comunicación, gabinetes, gestión de las crisis de comunicación, imagen o metidas de pata, la campana electoral no solo está exenta, sino es el clímax de (des) encuentros de mensajes, posturas o propuestas de tres corrientes partidistas. Una guerra normalmente sin muertos.
No encuentro extraño que las plataformas de gobierno se diferencien o coincidan en algunos temas, lo que me parece normal. Más bien creo que ninguno de los tres principales candidatos difieren tanto en sus propuestas. Hasta el momento no creo que exista el candidato que esté dispuesto a sacrificar poder, reconocimiento y gloria por intentar llevar a cambio un cambio profundo en el país. 
Tampoco veo ganas o intención de construir un verdadero gobierno en alianza con los ciudadanos, empresarios, intelectuales, campesinos, obreros, artistas, por más que lo predique quien lo predique. O por lo menos no soy capaz  de encuentrar indicios. Será
Lo que veo cada día es más indiferencia hartazgo, apatía, coraje, frustración o resignación. 
Me doy cuenta cuando me hablan de las cifras de niñas violentadas sexualmente y detectadas en hospitales públicos, con las notas de prensa sobre el caso Cassez, cuando escucho los spots o cuando cada día soy escucha invisible de los insultos verbales de mis vecinos o los atropellos al peatón; la incivilidad con el servicio doméstico, cuando protegen a delincuentes o detienen reformas o procesos. Cuando se viola el Artículo 39 de la Constitución Política.
Por esto, no espero nada diferente de esta campaña electoral que sea distinto o constructivo. 
El discurso del PAN, en particular de este sexenio ha sido violento, caótico. Estalló una guerra sin ningún tipo de plan, por lo menos no del conocimiento público, y con esto me refiero a la guerra contra el narco.
Ha sido altivo, últimamente el Presidente da patadas de ahogado, en su intento de salvar lo insalvable. La confianza y el tejido social se han roto, pero siguen las discusiones inútiles en las cámaras, los chismes políticos y los insultos explícitos o velados entre candidatos, partidos o actores de relevancia política o social.
El discurso del nuevo priismo me huele a viejo y el del PRD me sabe extraño.
El "Pinche Sota" de Josefina Vazquez Mota muestra su pobre interacción
No solo no se conforman con 50,000 muertos, sino abundan en engrosar el discurso de la guerra, que tiene su base en el discurso del miedo, aquel que me hace parecer escéptica del futuro de nuestro país, no por la calidad y capacidad de los mexicanos, sino por la incapacidad de diálogo civilizado por parte de la clase política.
Quizá por eso me abstenga o anule mi voto, porque me parece que votar "por el menos peor"
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